
Claro está, ya no leerá estas notas como solía
hacerlo en vida después de cada edición. Las escribo para los otros hijos de
otras madres que aún deben quedar. Aquellos que no van con flores y velas a las
tumbas de sus mamás; porque todo lo que pudieron se lo dieron EN VIDA. Para
ellos y para los otros y otras van estas líneas que significan el más emocionado
homenaje a un SER AMADO, que si bien es cierto, materialmente ya no está a mi
lado; pero mi casa está llena de sus palpitantes recuerdos, empezando por las
celebraciones de aniversario desde el primer año y los siguientes, siempre
estuvo en la mesa de honor como LA DIRECTORA DEL DIRECTOR, recibiendo saludos,
dirigiendo los almuerzos y las celebraciones; me regocijaba tanto verla
disfrutar, con su carita sonriente pronunciando su imborrable condecoración:
«me siento orgullosa de ser tu madre», frases que valen mucho más que tantos
diplomas, pergaminos y medallas que las tengo almacenadas; pero sus frases de ella
me siguen resonando en la mente, la sigo sintiendo, en la cocina, en el
almuerzo con sus potajes «de mi mamá», los más agradables que por amor a ella,
aprendí a cocinar como ella me enseñó.
No voy a su tumba en días como éstos ni como
los otros; porque ella no está allí; está en casa, en mis sueños, en mis
remembranzas de niño, adolescente y adulto. Dios se la llevó sin ningún
sufrimiento. Dos horas duró su agonía, lo suficiente para cogerme del brazo y
susurrarme un balbuceo como la despedida de las que siempre acostumbrábamos,
con un «ya vuelvo hijo»...Y te seguiré esperando mamá Sara.
El Director.
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