Cuando la impuntualidad se
convierte en incurable enfermedad
Desde luego, la
presente nota va para quienes aún no se han contagiado de tan terrible
«enfermedad» que causa más daños al mundo que el tsunami del Japón.
Cuando estudiaba mi secundaria «de antes», en
el curso de IPM nuestro Instructor Premilitar nos enseñaba que «la puntualidad
no tiene excusas». Supongo que cada quien lo entendió según su capacidad ética;
pero si usted es un poco minucioso, eche pluma a todas las pérdidas que causa
esta maldita «enfermedad» y encontrará parte de la explicación de el porqué
somos un país «del tercer mundo», «subdesarrollado».

Quienes hayan visitado, al «otro lado» nomás,
nuestro vecino país, nos lleva muchos años en estas cualidades o buenas
costumbres. Pues desde que se inventaron las disculpas, la impuntualidad se ha
extendido a todos los niveles, empezando desde los llamados «padres de la
patria», los más conchudos, que llegan a la hora que quieren y faltan cuando
les conviene, las certificaciones médicas cuestan 17 soles y los otorgan con
todo historial, hecha la ley, hecha la trampa. La puntualidad, siempre hemos
dicho, es sinónimo de SERIEDAD, por mucho que existan razones o argumentos para
no serlo, es cuestión de CONCIENCIA, de formación en el hogar o en la escuela.
Si partimos del mismo acontecimiento de nuestra historia universal, Napo león
Bonaparte tuvo su caída por la gran derrota en la batalla de Water loo ¿Qué
pasó? Tuvo retraso de una hora para iniciar su ataque frontal y eso motivó el avance las fuerzas aliadas que terminaron
por sepultarlo con más de 70 mil hombres. Algo más ¿Por qué creen que en los
viajes espaciales la puntualidad se cuenta hasta con décimas y centésimas de
segundo? Porque así está ordenado el Universo con todos sus astros; pero nada
de eso hemos aprendido los peruanos. Seguimos siendo los últimos en ingresar a
nuestras labores, pero los primeros en la cola para cobrar.
Con esa emblemática conchudez ya podrá ver
usted los resultados en los hospitales, los juzgados, las comisarías, las
municipalidades y demás entidades públicas.
Nada más indigno y condenable que ver que el tiempo se diluye en la nada, que la
mayoría sigue usando al reloj como un adorno y no como un instrumento
fundamental en el desarrollo de nuestro país. Es esta mentalidad que sigue en
expansión acelerada como una corriente poderosa que nos envuelve a todos sin
poder hacer casi nada para evitarlo.
Salvo mejor parecer,
Nororientalmente:
EL DIRECTOR.
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