Esta condenable conducta, que es muy propio de la moderna mediocridad cada vez se arraiga más en nuestra gente y nadie ha visualizado un correctivo; paracería que la corriente es tan fuerte que nos arrastra a todos (menos al suscrito), pues hasta en plena misa, los celulares están sonando, los «fieles» entre comillas, chateando y los «guardianes del orden» (policías) ¡Ni hablar!, en los hogares a la hora de comer, se acabó la armonía y la comunicación familiar...esto es el colmo!...
Nuestra propuesta modesta sería que las entidades rectoras e instituciones públicas y privadas, establezcan patrones de conducta de los visitantes o asistentes, así como en las instituciones bancarias, prohibir el uso de teléfonos móviles. En las escuelas y colegios, así como en las universidades. Urge se ponga topes a esta ludopatía o hábito enfermizo del uso y abuso de la telefonía móvil que cada vez gana muchos más adeptos que las iglesias con todos sus predicadores, con la diferencia que los ludópatas resultan más «fieles» que los evangélicos, pues no dejan a sus aparatos ni para dormir y ojo que los fabricantes de estos aparatos no duermen y cada día nos ponen una «novedad» con más aplicaciones, más exquisiteces para los viciosos. En realidad, si nos quejamos del VIH, del ZIKA y de tantas plagas, esto es mucho peor...
Salvo mejor parecer.
Nororientalmente: EL DIRECTOR.
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