Con cierta frecuencia se da cuenta de campesinos o agricultores que mueren envenenados al manipular fungicidas, pesticidas o insecticidas. En esta parte del país existen tantos establecimientos de éstos, como boticas o farmacias, en los que se puede comprar sin ninguna restricción lo que el interesado solicite. SENASA que se tiene entendido es la institución encargada de velar por el expendio de estos productos, hasta hoy que se sepa, NUNCA, dio cuenta o se supo de operativos de control ante la proliferación descontrolada, no solamente en la ciudad, también en caseríos. Por ejemplo en La Cascarilla, cualquiera se puede matar por usar estos productos que los adquieren para sus cultivos de café, sin el mínimo control, tan igual como cuando compran un antibiótico para automedicarse o para matarse. Es muy deplorable que nuestras autoridades hayan puesto a la salud y la vida de los campesinos en el último lugar.
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