BAGUA.-(¡Nor
Oriente!) Y faltaron las piedras para que las arrojen contra una pareja de
pecadores que para consumar su «falta» utilizaron un ambiente de la IE.16201 de
Aramango.
Situación desde luego, muy reprobable que
pesa mucho más por el escándalo que por el hecho en sí.
Nos trajo rápidamente el recuerdo de un
pasaje bíblico, Juan 8:2-11, cuando Jesús estaba en el Monte de los Olivos, los
fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio que, según la ley de
Moisés debería ser apedreada ¿Tú que dices? Le preguntaron. Jesús se inclinó y
con su dedo empezó a escribir en el suelo y como le seguían preguntando, se
paró y les dijo «Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera
piedra».
Esto, para los que por cultura general
conocemos algo del Sagrado Libro, pero lo que sucedió en los ESCRIBAS DE MI
TIERRA fue terrible, resultaron pequeñas las primeras planas en semitabloides,
fotos a todos color y cuánto habrían deseado obtenerlas en pleno coito: más
morbo, más negocio.
Finalmente con todo ese escándalo los
profesores que cayeron en pecado, desaparecieron del escenario de los
hechos, pueblo de Armango, a esperar el
castigo administrativo que les corresponda, pero que, según entendidos, no han
cometido delito, si no, UNA FALTA y eso para mala suerte de nuestros acuciosos
informadores dateros, no tiene pena de cárcel. ¿Para qué más castigo con todo
lo que les está sucediendo?
El agravante de esta faltaza es que ambos
tienen sus compromisos matrimoniales u hogareños, los que automáticamente han
quedado destruídos y si los administradores educativos en Bagua tampoco han
leído esa parte del Nuevo Testamento, los dejarán sin trabajo y después del
placer y felicidad, les vendrá el otro castigazo más fuerte que ha de ser la
miseria económica.
¡Qué distinto fue el comportamiento de la
prensa norteamericana cuando salieron a luz las intimidades del presidente Bill
Clinton y su famosa secretaria Lewinsky. Eso quiere decir que allá hay más
pecadores que no se animaron a tirar las primeras piedras, a diferencia de los
nuestros, muy auroleados y santificados,
faltaron piedras del río para lanzárselas a esa parejita de pobres pecadores. A
éstos sí les llegó «su fin del mundo».
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