Para quienes regresamos a
SANTA MARIA DE NIEVA (capital de la provincia de Condorcanqui) después de 10
años, es motivo de inmediatas reflexiones muy profundas y no es para menos, ver
lo que hasta una década era un pequeño poblado en la margen izquierda del río
que lleva su nombre y otro mucho más pequeño en la margen derecha (Juan Velasco
Alvarado) y encontrar ahora a esos lugares con una población muy densa y un
movimiento comercial, no diríamos próspero, abundante, a la vez muy
preocupante.
Aquí, la mezcla de razas (awajun y las otras),
se viene produciendo literalmente
hablando, en un LICUADO veloz, con la unión, más de mujeres (núas) awajun y los
mestizos, el apellido de aquellas se va perdiendo, claro, que, los apellidos en
los pueblos amazónicos de «aquisito nomás», no reflejan el árbol genealógico o
abolengo de sus pobladores, puesto que recién empiezan a colocarse apellidos
(cualquier cosa) a partir de los años 50 del siglo anterior.
Bueno, pero el tema es lo que he visto en esta
reciente visita:
1.-
Intenso comercio
2.-
Full cantinas
3.-
Full diversiones
4.-Intenso
transporte urbano (mototaxis en la ciudad y peque-peques en el río, para
cruzarlo o para desplazarse a lugares aledaños).
5.- La
notoria desigualdad social que empieza a surgir, como en todo proceso de
mestizaje: patrones y sirvientes, en la más nítida coyuntura de ACULTURACIÓN (Diccionario =
proceso que se impone a un individuo o un grupo, valores culturales que son
presentados como modelo) y esto es lo que debe preocupar a
quienes tenemos ciertas tendencias por proteger a los auténticos peruanos,
aquella raza autóctona y salvaje, como diría José Santos Chocano «El Cantor de
las Américas». Esa raza, es la que cada día en un trajinar veloz, empieza a
diluirse y ya tenemos en pueblos aledaños como Bagua, Utcubamba o Jaén,
jovencitas awajun dedicadas a la prostitución, jovencitos de la misma etnia,
con cortes de pelo tipo cresta de gallo, de color rubio, tatuajes y «aretes» o
piercings, etc. como que también ya vemos «núas» con cabellera rubia. La
«evolución» (que mejor se diría INVOLUCION) está venciendo a los míticos y
legendarios jíbaros, cuyos descendientes están sucumbiendo con brutal
masedumbre ante los descendientes de quienes nunca pudieron conquistarlos o
someterlos por más de 500 años, para que ahora, sin usar armas como las de los
incas, arca buses, como la de los españoles, látigos y azotes, como los
caucheros hoy, con «armas» silenciosas, pero más letales que las otras, están siendo
sometidos y avasallados ante las propias miradas de grandes APUS, de viejos
líderes luchadores, que ven con impotencia irse de sus manos y de su autoridad
a sus propios hijos e hijas y esa raza, otrora indomable, se va extinguiendo y
van apareciendo los conquistados como sirvientes, limpiando pisos y retretes en
restaurantes, hoteles o viviendas, alcanzando platos, o como mandaderos; porque
sus tradiciones no les permiten asumir otras labores, como por ejemplo, en
construcción, agricultura, mecánica, etc.
Lamentamos y condenamos desde estas páginas,
el rol que cumplen las numerosas ONGs que con ironía nos parece que desde el
inicio de la presencia de esas organizaciones aquí, también se dio inicio a
este proceso de involución social y cultural; puesto que no se nota el
trabajo de sus componentes, que, EN NOMBRE de nuestros pueblos indígenas,
perciben millones de soles, que no pedimos se los repartan entre los pueblos
para quienes dicen «trabajar», porque nuestros indígenas podrán ser muy pobres,
monetariamente; pero no son limos neros; siempre les escuchamos su clamor por
tener mejores oportunidades; que los gobiernos no los sigan mirando como
ciudadanos de segunda o tercera categoría; que se rescate su valor étnico e
histórico y lo antes posible se establez can normas para frenar este proceso de
aculturación, como lo hace el gobernante del país vecino.
Salvo mejor parecer.
Nororientalmente:
EL DIRECTOR.