Por el Director:
El Dr. Victorino Tasayco Tasayco, nació en
Chincha Alta un 17 de noviembre hace 69
años. Murió el sábado 02 de noviembre a las 4.05 p.m. en la sala de emergencia
(reposo) del Hospital General de Jaén.
Su apego por leer ¡Nor Oriente! le acercó su
amistad al Director desde hace más de 20 años. A la vez que leía, alcanzaba sugerencias, hasta que aceptó ser
nuestro ASESOR y DEFENSOR de casi 50 de las 66 querellas que he tenido (hasta
hoy). De pensamiento RECTO, muy equilibrado, pero también muy humanitario. La
amistad con el autor de la presente se tornó muy estrecha en cuanto a los
vínculos profesionales, no hubo obra literaria, que no haya sido leída por él,
comentada conmigo y al mismo tiempo prestada para leerla. Decenas de obras
pasaron por nuestras lecturas. Además de su permanente actualización en temas
de su profesión como abogado especializado en
Derecho Civil, con una Maestría terminada, pero no sustentada.
Hace dos años, cayó muy mal y fue de
emergencia a una clínica local, le diagnosticaron «apendicitis», le
intervinieron y no fue esa la enfermedad. Semanas después, volvió a caer, viajó
a Chiclayo y le detectaron cálculos a la vesícula, le volvieron a operar. Le
sugerí denuncie al médico que le abrió la apendicitis y le cobró casi dos mil
soles; pero no quiso.
Hace dos años, resultó con la glucosa subida
y le apareció la diabetes, venía tratándose en Chiclayo. Fue esta enfermedad la
que desde julio de este año, le afectaría cada vez más, y fue este mal que lo
llevó a la tumba.
SUS ULTIMOS DIAS FRIAMENTE
CALCULADOS?
El lunes 21 de octubre una visita inusual a mi
oficina, en horas de la tarde marcó el inicio de mi preocupación. Era para
pedirme le rectifique los números de mis teléfonos. Su semblante no era el
mismo; pero siempre su respuesta fue: «estoy bien, no te preocupes». Meses
antes ya había conversado con la propietaria del inmueble que ocupaba
recomendándole esté al cuidado y cualquier asunto y a cualquier hora me avise.
El lunes 28 de octubre, 04 p.m., mientras estaba en una audiencia en Bagua, tres llamadas de Victorino a mi
celular, (muy inusual), aumentó mi preocupación y tan luego retorné a Jaén fui
a verlo. Su semblante estaba muy descompuesto. Me pidió que le escuche:
-Alejandro, te he llamado,
porque no tengo otros amigos como tú. Siento que me voy a morir y quiero
hacerte unos encargos, pero antes prométeme bajo juramento que vas a
cumplirlos. (me sorprendió su introducción) le acepté y me quedé escuchando. Me
dijo: «Asunto uno: aquí tienes la llave de mi vivienda para que vengas a
cualquier hora. Dos: aquí tienes mi tarjeta de crédito del Banco de la Nación,
y anota la clave, cobro el 18 de cada mes, mi pensión como ex-policía es de 450
soles. He preguntado por un ataúd corriente y cuesta 400 soles. El día que
muera prométeme que no me harás velorio, que una vez confirmada mi muerte, me
metes en el ataúd, contratas una camioneta y me llevas a enterrar, ahh.. me
pones mi terno azul marino y me medalla de abogado. Te doy el teléfono de una
hermana que tengo en Lima, anótalo y prométeme que lo llamarás después de cuatro días de haberme sepultado, por favor,
no lo llames antes, no quiero causarle molestias a nadie. Te dejo mi
escritorio, adentro está mi ropa, tengo allí 15 camisas Van Husen nuevas, y estas cositas, ve si los vendes para
algunos gastos que ocasione. Los expedientes de mis clientes te ruego busques
un abogado que sea de tu confianza para que los traslades, no les des a
cualquiera...».
Imposible ocultar mi perplejidad ante tan
sorprendente encargo y como respuesta le
dije: «w’onn... no te vas a morir, donde hay amigos no mueren amigos. Le dije.
De inmediato llamé a un médico, que llegó presto, lo examinó y vio que tenía a
su lado una Inka kola, le pidió que eso no tome, que se estaba envenenando.
Pidió que le muestre la receta que le habían dado en Chiclayo, no había
comprado ningún medicamento, de inmediato fui a comprar lo de la receta.
Respiraba como cansado, dijo no había comido tres días, que no tenía apetito.
El médico me envió le compre tomate y paltas, pero que no coma frutas dulces,
también agua mineral. Llamó a un laboratorista le saque muestras para controlar
su glucosa. Esa noche, no pude conciliar el sueño, a las 02 a.m. fui a verlo
otra vez, lo encontré respirando agitado, pero me dijo «estoy bien, anda
duerme, ya no me cuides». Permanecí un rato y lo dejé dormido (al perecer). La
mañana siguiente, (miércoles 30) fui a verlo temprano y lo encontré muy mal,
volví a llamar al médico, tenía 600 de glucosa, lo llevamos a internar a una
clínica local, contra su voluntad, (no quería que lo saquen de su cuartito).
Estuvo internado hasta el día siguiente, habían diagnósticos alentadores, al
medio día ya quería salir, porque dijo se sentía bien, pero lo dejamos hasta el
jueves, dijo tenía una audiencia y ese día asistió a dicha diligencia, me
cuentan que lo vieron «muy mal», pero firme disimulando, a nadie que lo saludó
le dijo lo que tenía. Por la noche se agravó, me pidió extracto de zanahoria
con guanábana, fui a conseguirle, pero su estómago no lo resistía. Al día
siguiente, volví a llamar al médico y dispuso lo llevemos al Hospital por
emergencia, volvió a resistir, me pedía con su mano que no lo saque de su
cuartito «por favor». Pero la angustia por salvarle la vida me impidió
obedecerle y lo llevamos al Hospital. Fueron intensos los ajetreos, también los
gastos, felizmente se le pudo ingresar al «SIS», por no tener ningún familiar.
Ese mismo viernes por la mañana decidí romper parte de la promesa y llamé a su
hermana, se le dijo el porqué debería viajar rápido y así lo hicieron,
el día sábado al promediar las 12.45 p.m. llegan tres de sus familiares más
cercanos. Nos encontraron en pleno ajetreo. Victorino ya estaba con los
estertores de la muerte. Radiografías, oxígeno, más sueros, ampollas, ya no
tenía vena, la señal titilante de la pantallita que exhibía los latidos de su
corazón, se movía intensamente, hasta que a las 4.50 minutos de la tarde, se
paralizó, sus brazos se soltaron, su muerte anunciada por él, se había cumplido
con tan sólo seis días de padecimiento, casi en silencio.
HASTA CHINCHA
Sus familiares Gladys Tasayco (hermana) su
esposo Juan de la Cruz Escate y su sobrino César Yataco Tasayco, felizmente
llegaron a tiempo, aunque por lo visto, ya no los reconoció; respiraba muy
agitado balbuceante; pero de todas maneras estuvieron presentes en las últimas
horas de su agonía. El sábado a las 6.30 p.m. partieron con el féretro y antes
del medio día del domingo ya estaban llegando a la tierra que lo vio nacer. El
lunes último fue sepultado.
En
la próxima, de la increíble historia de sus familiares que
llegaron no por el pariente si no para llevarse los bienes que supuestamente
dejaba.