No somos mermeleros, pero
tampoco despistados para entender lo que sucedió una vez más en nuestro país
con el fallecimiento de la reconocida cantante de un grupo musical provinciano.
Para empezar, diríamos que en el Perú volvió
a aflorar la mierda que nos consume y nos tiene hundidos desde la llegada del
primer zarco, con cabellera rubia; aquel que nos invadió y arrebató a sablazos
lo que teníamos y cuyos descendientes se enseñorearon y nos pusieron bajo sus
zapatos para limpiarles sus casas y sus retretes; aquellos que nos arrebataron
los derechos elementales que hoy se muestran «generosos» disqué cuando nos los
conceden.
Tengo que escribir como lo que soy:
provinciano, del pueblo y por el pueblo y en esa perspectiva, como conductor de
este vocero, que nació precisamente motivado por eso, que hoy volvió a salir,
cuando esa mayoría de peruanos, los llamados DE LA ANCHA BASE de nuestra
pirámide social, se han condolido y acongojado por la pérdida de una de sus
ídolos (aunque nunca haya compartido tales inclinaciones), lo digo por los que
no pueden expresarse.
Han
sido cavernariamente apabullados por una férula de los que se creen
«superiores» y miran por sobre sus
hombros como a ropa de muerto a quienes no están «a su nivel».
Edita Guerrero, como Dina Páucar, Mílder Oré
o Sonia Morales, entre otros, son íconos que aunque les duela a quienes no
comparten; representan y lideran un
enorme torrente social que llena escenarios, que han dejado vacíos a los
salones dorados de los conciertos
clásicos, las operetas y sinfónicas, donde se asiste con frac y vestidos de
gala. Esos son ahora la mayoría en el Perú, que desgraciadamente siguen
sojuzgados por una minoría de avivatos, tan similar a las épocas de conquista y
coloniaje: prisioneros aún, de un destino casi absurdo, que si bien es cierto,
no hay cobro o pagos del «quinto real» para el rey; pero hay otros tributos y
pagos que nos mantienen siempre endeudados, siempre sumidos en la pobreza.
Un simple recuerdo para esta ocasión nos
parece inevitable, cuando el «cholo» provinciano de Santiago de Chuco, nuestro
Poeta Universal César Vallejo, fue a la Capital, allá por los años 1915, atraído por la fama de los «grandes
poetas y literatos» de esa época, fue al «Palais Concert», ubicado cerca a
Palacio de Gobierno, conocido local de charlas y tertulias de intelectuales
para conocer y escuchar a don Abraham «Val del Omar» («El Conde de Lemos»), así
se hacía llamar y con la sumisión de la cerviz inclinada de tanto vasallaje
cargado sobre sus hombros desde sus tatarabuelos, se le acercó para saludarle y
el «Conde de Lemos», de monóculo con montura de oro, un clavel en el ojal de su
impecable terno blanco, le extendió la mano
para que la bese y le dijo: «para que tengas el honor de haber besado la
mano del Conde de Lemos»...
Estas escenas, aún palpitan soterradas a la
espera del momento para salir como
maloliente eructo bucal y rectal de los que siempre se sintieron dueños del
Perú, todo lo cual, nos hace percibir que lo único que les queda ahora, es ÉSO:
sus mezquindades, para insultar a «LOS SERRANOS Y PROVINCIANOS»; por eso se
esfuerzan en mantener a esta «ancha base piramidal», en la ignorancia,
bombardeando despiadadamente sus bazofias en los programas televisivos y DE SEÑAL ABIERTA, para que nadie se quede
sin ser avasallado por esa avalancha embrutecedora de las mentes de nuestras
jóvenes generaciones. Más basura, menos opciones y espacios para reflexionar,
más fútbol, más diarios chicha, más sangre, asaltos y muertes, son las armas
que ahora sustituyen al arcabuz, al caballo y las espadas de los que nos
conquistaron.
Por eso siguen en sus tronos con salarios extremos de 30 mil contra 700 soles
(el que tiene un trabajo) y los que no lo tienen, de ambulantes o de
asaltantes. Cruda y dolorosa realidad, que no será tan fácil entenderla, mucho
menos desterrarla, mientras los «felipillos» sigan presentes.
Salvo mejor parecer.
Nororientalmente,
EL DIRECTOR.
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