Semanario ¡Nor Oriente!. Los únicos de la Región. ¨Por la Verdad, con la Verdad, hasta la Eternidad¨

domingo, 9 de marzo de 2014

De nunca combatir

   No somos mermeleros, pero tampoco despistados para entender lo que sucedió una vez más en nuestro país con el fallecimiento de la reconocida cantante de un grupo musical provinciano.

  Para empezar, diríamos que en el Perú volvió a aflorar la mierda que nos consume y nos tiene hundidos desde la llegada del primer zarco, con cabellera rubia; aquel que nos invadió y arrebató a sablazos lo que teníamos y cuyos descendientes se enseñorearon y nos pusieron bajo sus zapatos para limpiarles sus casas y sus retretes; aquellos que nos arrebataron los derechos elementales que hoy se muestran «generosos» disqué cuando nos los conceden.

  Tengo que escribir como lo que soy: provinciano, del pueblo y por el pueblo y en esa perspectiva, como conductor de este vocero, que nació precisamente motivado por eso, que hoy volvió a salir, cuando esa mayoría de peruanos, los llamados DE LA ANCHA BASE de nuestra pirámide social, se han condolido y acongojado por la pérdida de una de sus ídolos (aunque nunca haya compartido tales inclinaciones), lo digo por los que no pueden expresarse.

  Han sido cavernariamente apabullados por una férula de los que se creen «superiores» y miran  por sobre sus hombros como a ropa de muerto a quienes no están «a su nivel».

  Edita Guerrero, como Dina Páucar, Mílder Oré o Sonia Morales, entre otros, son íconos que aunque les duela a quienes no comparten; representan y lideran  un enorme torrente social que llena escenarios, que han dejado vacíos a los salones  dorados de los conciertos clásicos, las operetas y sinfónicas, donde se asiste con frac y vestidos de gala. Esos son ahora la mayoría en el Perú, que desgraciadamente siguen sojuzgados por una minoría de avivatos, tan similar a las épocas de conquista y coloniaje: prisioneros aún, de un destino casi absurdo, que si bien es cierto, no hay cobro o pagos del «quinto real» para el rey; pero hay otros tributos y pagos que nos mantienen siempre endeudados, siempre sumidos en la pobreza.

  Un simple recuerdo para esta ocasión nos parece inevitable, cuando el «cholo» provinciano de Santiago de Chuco, nuestro Poeta Universal César Vallejo, fue a la Capital, allá por los años  1915, atraído por la fama de los «grandes poetas y literatos» de esa época, fue al «Palais Concert», ubicado cerca a Palacio de Gobierno, conocido local de charlas y tertulias de intelectuales para conocer y escuchar a don Abraham «Val del Omar» («El Conde de Lemos»), así se hacía llamar y con la sumisión de la cerviz inclinada de tanto vasallaje cargado sobre sus hombros desde sus tatarabuelos, se le acercó para saludarle y el «Conde de Lemos», de monóculo con montura de oro, un clavel en el ojal de su impecable terno blanco, le extendió la mano  para que la bese y le dijo: «para que tengas el honor de haber besado la mano del Conde de Lemos»...

  Estas escenas, aún palpitan soterradas a la espera del momento para salir  como maloliente eructo bucal y rectal de los que siempre se sintieron dueños del Perú, todo lo cual, nos hace percibir que lo único que les queda ahora, es ÉSO: sus mezquindades, para insultar a «LOS SERRANOS Y PROVINCIANOS»; por eso se esfuerzan en mantener a esta «ancha base piramidal», en la ignorancia, bombardeando despiadadamente sus bazofias en los programas televisivos  y DE SEÑAL ABIERTA, para que nadie se quede sin ser avasallado por esa avalancha embrutecedora de las mentes de nuestras jóvenes generaciones. Más basura, menos opciones y espacios para reflexionar, más fútbol, más diarios chicha, más sangre, asaltos y muertes, son las armas que ahora sustituyen al arcabuz, al caballo y las espadas de los que nos conquistaron.

 Por eso siguen en sus tronos con  salarios extremos de 30 mil contra 700 soles (el que tiene un trabajo) y los que no lo tienen, de ambulantes o de asaltantes. Cruda y dolorosa realidad, que no será tan fácil entenderla, mucho menos desterrarla, mientras los «felipillos» sigan presentes.
       Salvo mejor parecer.
       Nororientalmente,

             EL DIRECTOR.

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