Es muy preocupante lo que
está sucediendo en las comunidades nativas de la provincia de Condorcanqui,
principalmente.
Una siniestra corriente cada vez tiene más
influencia en el cambio de sus usos, costumbres, su propia cosmovisión,
indudablemente, el factor propulsor es la ambición por el dinero, de un lado y
de otro, el inevitable neoliberalismo que también los está invadiendo, tal como
lo venimos sosteniendo desde hace algún tiempo en estas páginas, el mercantilismo
y la codicia por tener dinero sin trabajar mucho, ya se puso en la delantera de
los líderes de estos pueblos. Hace dos décadas, nadie se peleaba por ser dirigente, era un compromiso
cívico, patriótico exclusivo de amor por sus comunidades, hoy, las
organizaciones proliferan en cada sector, cada río, cada afluente, cada
comunidad organiza su federación, la pone en la vitrina para vender no sólo imagen, también posibilidades
de «apoyar» empresas extractoras. Fresco está el escándalo suscitado al
interior de AIDESEP con Alberto Pizango y Petrobras. La caída en asamblea de
Urakusa del presidente del ex-consejo aguaruna-huambisa, por haber estado
carteándose con una empresa minera pidiéndole «apoyo económico». La oportuna
denuncia de la lideresa Delia Atamain hizo que lo destituyan; pero eso no es
todo, los protagonistas de esta destrucción de valores sociales-antropológicos
y étnicos están en la cancha entre dos adversarios: Pancho Shajián y Edwin Montenegro
Dávila, que lideran DOS organizaciones
paralelas con el mismo nombre: ORPIAN. Conversando con un veterano líder
Salomón Awananch, nos hacía saber la indignación que está motivando este
divisionismo que precisamente ayer sábado se habría contemplado en amplia
reunión convocada por organizaciones OCCAM, FEMAN y CIAP en la casa comunal de
Imacita.
Esperamos que haya
concluido en la total desaprobación y disolución de ambas seudo-organizaciones,
por el bien de esas etnias. Salvo mejor parecer...
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