Al momento de formular el
presente apunte, (miércoles 06 de marzo) en las redes sociales figuraban un
total de 7,500 comentarios refiriéndose al fallecimiento físico del gobernante
venezolano.
No por «patería», como escucho a otros,
desde estas modestas páginas que también son leídas vía internet en ese país y
otros del planeta, no podríamos cerrar los ojos ante un acontecimiento de esta
magnitud; porque no se trata de un gobernante de los tantos que existen y al
morir, solamente sus familiares y entorno partidario los lloran, en este caso,
pacientemente hemos podido captar, escenas y expresiones realmente
conmovedoras, que ya quisieran tener muchos gobernantes, empezando por los
nuestros. Graficamos esta nota editorial, por dos enormes razones:
Una:
Según sus propias declaraciones, la poca importancia que le tomó a los primeros
síntomas de su enfermedad a fines del 2010, debido a su estilo de vida, recio,
militar disciplinado que no entra en melindres, que no se preocupa por un
resfrío y para en consultorios médicos, como muchos acostumbran.
Dos: Por
la TRASCENDENCIA de lo que hizo en su país y sus proyecciones a otros de
la región en su afán de instaurar el viejo proyecto de Simón Bolívar.
En este contexto, Hugo Chávez Frías y su
labor le dio liderazgo quieran o no sus detractores. Sus estrechos vínculos
con Cuba, son la muestra más elocuente
en pretender darle la mano a un país arrinconado por el imperialismo no solamente
norteamericano y le tendió la mano como mejor pudo. Su estilo rudo de
expresarse, justificado por él mismo
«pro cedo de una familia campesina» y los campesinos se expresan así. Eso no
cayó bien a amplios sectores de gobernantes plutócratas cucufatos, partidarios
de rigurosos estilos refinados de los
protocolos.
En su país, de casi 30 millones de habitantes,
hizo lo que ningún gobernante pudo, destacándose ese gesto de abrirle las
puertas de las escuelas públicas a miles de niños que por falta de los exigidos
requisitos para las matrículas no eran recibidos. Entre tantas otras sin contar
el enorme apoyo a Bolivia, Ecuador, Perú, especialmente en el terremoto de Ica
y otras tantas bondades más que con abundancia de datos se viene difundiendo.
Su vida y obra nos recuerda un poco a dos
episodios de la Historia:
Uno de ellos, cuando Moisés había caminado
casi 40 años por el desierto con su pueblo israelita liberándolo de la esclavitud de los faraones egipcios, faltando
poco para que lleguen a la TIERRA PROMETIDA, Jehová lo llamó a la cima del Moab
el Monte Nebo, cumbre de Pisga y desde allí le mostró el verdor y riqueza de la
tierra prometida y le dijo: «Esa es la tierra que yo te prometí; pero tú no
llegarás allá» y murió dicen las
sagradas escrituras, en ese mismo lugar (Deuteronomio, 5:34: 1 al 12).
Otro episodio de nuestra historia es la etapa
final de su existencia de uno de los mejores gobernantes que tuvimos, el GRAN
MARISCAL RAMON CASTILLA, cuando el tristemente célebre presidente Mariano
Ignacio Prado, hacía lo que le vino en gana en plena guerra con el país del
Sur, Ramón Castilla desde Arequipa salió con un reducido batallón para llegar a
Lima y darle el golpe al traidor, pero su asma se lo impidió cuando cruzaba la
noche del 30 de mayo de 1867 el desierto de Tibiliche (Ica), un ataque de asma
le obligó bajar del caballo, su cuñado Diez Canseco lo auxilió, el ataque de
asma doblegó sus energías y antes de morir hizo la siguiente súplica: «Señor:
dame unos días más de vida y haré la felicidad de mi patria»...Tengo la plena
certeza que esas fueron sus imploraciones del Presidente Hugo Chávez, que desde
luego sigue latente en los millones de sus seguidores. Lo demás, serán palabras
y más palabras. Salvo mejor parecer:
Nororientalmente:
EL DIRECTOR.
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