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lunes, 16 de junio de 2014

¿Hasta cuándo van a seguir llenando cárceles?

   Según informe del Instituto Nacional Penitenciario (INPE), hasta el 21 de mayo pasado había un total de 64,118 presos en las cárceles del país.
 Quien escribe el presente, lo hace con conocimiento de causa, por haber estado preso también 5 meses, pero no por ladrón.
  Todo reo o inculpado que ingresa, es registrado y pasado a planillas para su «pensiòn» carcelaria que estaba (en mis tiempos por los S/.4.70 diarios) para su alimentación; pero además, automática mente son afiliados a Essalud para que sean atendidos en sus enfermedades.
   Los internos, asumen su propio control en las raciones diarias, designan un veedor para la cocina, para que compruebe que efectivamente les están dando  de  comer de acuerdo a los estándares establecidos y la pensión asignada; pero además: el ecónomo o administrador que tiene que ser un nutricionista, mensualmente les entrega la lista de lo que se les va a dar de comer diario, de manera que los internos ya saben lo que les toca comer tal o cual día y si los cocineros no cumplen, de inmediato se arma la protesta.
  Recuerdo como anécdota que en un almuerzo nos sirvieron arroz, menestra, conserva de pescado guisado; con zarza de cebolla picada a lo largo y eso fue motivo de protesta. Hubo plantón y pidieron que para la siguiente, la cebolla se sirva picada a cuadritos. Otra fue cuando sirvieron en un almuerzo huevos sancochados (dos) pero pequeños), también fue motivo de protesta.
  Como verá amigo lector, le está contando un ex-presidiario EN HONOR A LA VERDAD, de modo que por mi parte  en los cinco meses aumenté más de cuatro kilos de peso. En mis tiempos estaba en la cocina como recluso un chef o cocinero de cierto prestigio. En verdad, me agradaban mucho los almuerzos que hasta hoy los recuerdo con nostalgia.
  Pero no solamente la alimentación. En cada cuadra o celda hay un televisor pantalla plana HD, con  servicio de cable, además un equipo de VH para ver videos (generalmente porno). En el encierro desde las 5 p.m., los internos se distraen jugando casino, dados, escuchando música y el infaltable traguito «canero»; hay días de visita «íntima» y los días de visitas regulares, sábados femeninos, domingos masculinos, con amistades o familiares que suelen ser muy amables, llevando lo que al interno le apetezca, además de la rica chicha «canera», cerveza en lata o en botella, etc., música, baile, que termina en tremendas juergas ¿Para qué más? ¿Para qué extrañar la calle o la libertad?
  Hay muchos que no quieren oír nada respecto a su libertad, prefieren continuar presos, porque aducen que no tienen a dónde ir y que prefieren estar allí, porque la pasan mucho mejor...
   Aunque Ud. no lo crea, estimado lector. Claro, habrán otras cárceles distintas; pero en las formas, menos en el fondo. Las gollerías son como Ud. ha leído aquí y por si fuera poco, suelen haber policías que les «pasan» celulares, les venden «recargas», pasan licor y son ellos los que suelen avisar día y hora de las requizas.
  Una vez enterado de este crudo testimonio querido lector ¿No le motivan algunas reflexiones como éstas, por ejemplo?
1.- ¿Es así como se pretende re socializar a un delincuente para reincorporarlo a la sociedad?
2.- Son realmente las cárceles de nuestro país re socializadoras? (a pesar que el Estado paga profesores para enseñanza en talleres, psicólogos; se les proporciona maquinaria para carpintería, etc.)
3.-Si le agrada un poquito las matemáticas saque su cuenta cuánto gasta (sin retorno) el Estado en mantener a 64,118 reclusos a S/.4.70 diarios, por un mes y por año? Y esto que no hablamos de las otras gollerías o privilegios, por razones de «lealtad presidaria», se puede salir, se puede tener visitas «especiales», cualquier día y hora; etc.
 Pregunta final: ¿Estará de acuerdo Ud. lo que hacen en países orientales con los delincuentes? Los ahorcan o los fusilan y sólo se quedan en las cárceles los que cometieron «faltas» (para nuestras leyes peruanas).
  Salvo mejor parecer.
             Nororientalmente:

             EL DIRECTOR.

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