Los abortos que están a
punto de ser legalizados en medio de una enorme controversia entre dos
sectores: los que se aferran a los postulados morales, cristianos y los que
esgrimen argumentos biológicos y legales.
Hay manifestaciones populares en casi todo el
mundo, exigiendo la libertad de la mujer para decidir si (en caso de violación)
pare a interrumpe el parto.
En algunos países sus gobernantes han
empezado a ceder, en otros, aún hay cierta reticencia para admitirlo.
En medio de esta coyuntura mundial, ha
surgido la voz del supremo representante de la Iglesia Católica Papa Francisco,
quien, a comienzos de la semana que fenece, absolvió de pecado a todas las
mujeres (y se supone que también incluye
a los hombres), con lo que, en la teoría y en la fé católica, prácticamente no
ha pasado nada.
Un hecho, sumamente suigéneris que desde
nuestro punto de vista, esta vez el Papa
se fue muy lejos de sus excentricidades o particularidades casi anecdóticas prédicas;
pues, decir a quien pecó provocando un aborto «estás perdonado»... claro, en
la profundidad principista, puede ser
comprensible; PERO, en lo intrínsecamente conceptual, ético y a la luz de
cualquier dogma o regla, quien haya caído en ese «PECADO», difícilmente será
alcanzado por un perdón papal; peor aún, si el pecador o pecadora no fueren católicos. Para nuestro punto de
vista, tal «pecado» que, concretamente es DELITO DE LESA HUMANIDAD, aquí nada
tiene que ver el Papa, si no, la propia conciencia del pecador que debe
atenerse a las consecuencias, si se
admite que aquí se paga todo y que la gloria o el infierno están aquí. El Papa
Franciasco, debe ser más explícito.
Salvo mejor
parecer...
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