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domingo, 18 de diciembre de 2011

EDITORIAL DE LA EDICION 1548


En las cabinas de los vehículos de transportes suele exhibirse un cartelito que dice: «PROHIBIDO DISTRAER AL CONDCUTOR», se entiende que el conductor del vehículo por atender las conversaciones DE LOS PASAJEROS puede despistarse e ir al abismo con todo su cargamento.

Eso mismo está sucediendo en nuestro país y desde esta tribuna con cabeza fría y sin el menor atisbo de alguna intención politiquera, oportunista o arribista, tenemos que hacer algo para tranquilizar a ciertos «pasajeros» que desde que arrancó su marcha este «bus» empezaron a ver fantasmas en la ruta.

Y los que están perturbando al conductor no son los pasajeros de los asientos posteriores, si no, esos que siempre les gusta ir «en cabina» para ganarse alguito y desde allí el bullicio reforzado por una prensa sensacionalista guardiana de los intereses capitalistas, ya mismo empiezan a crear el pánico colectivo.

Es que los peruanos tenemos en común esa idiosincrasia, la del cosquilleo, el chismorreo, el cuchicheo, el comadreo, etc. que ya se deja mandar por la mujer, que ya la primera dama se mete en asuntos de su marido, que ya se vendió a la derecha, que ya se torció de su hoja de ruta, que estamos «ad portas de un militarismo» y nos van a faltar las etcéteras para continuar con estas cantaletas.

Nos da la impresión como que muchos extrañan al gordinflón genuino exponente de los intereses transnacionales.

Aplaudir ahora y condenar mañana al que aplaudimos ayer, son señales con las que se identifica en nuestros pueblos a las que vulgarmente se les llama «mujeres de mala cabeza». No hemos llegado ni al medio año y ya empezaron a sacar cartelitos, pancartas y panfletos con los slogans «vendido», «traicionero», etc. Tremendo favor que le hacen a quienes están que se frotan las manos y cada una de estas estupideces las magnifican en grandes titulares, como el estallido de una fiesta adelantada del año nuevo, mientras que por lo bajo, siguen los lobbyes para excarcelar a los corruptos sentenciados y buscan las rendijas para meterse hasta por las ventanas de los balcones a «tallar» en este nuevo régimen. Eso, la propaganda antihu malista, no les deja mirar y siguen ciegos contagiados tirando piedras y quemando llantas en la ruta de la «hoja» de este gobierno para bloquearlo.

Poniéndose en el plano real, objetivo, sereno y sin pasiones, el presidente Ollanta Humala, tendría que ser un enajenado mental, perder la razón y todo sentido común para militarizar, por ejemplo su gobierno y dar un viraje extremo a la otra orilla. No lo creemos tan cachaco torpe recluta para que un compromiso adquirido ante millones de peruanos y ante todos los países del planeta, lo entierre de la noche a la mañana y se convierta en un Hugo Chávez, un Fidel Castro o un Obama.

Lo que pasa es que en la medida que se le ajustan las clavijas a la derecha, salta la pus por diferentes huequitos o por todas sus porosidades y nos crean este pánico colectivo, tan igual como en los tiempos del fujimonte sinismo, en los que los quisquillosos de hoy, parasitaban alegre y tranquilamente.

Coincidimos con lo dicho por el Premio Nobel Mario Vargas Llosa que ha pedido enérgicamente «dejar gobernar al Presidente» y seguimos en nuestro comentario en el sentido que hay amplios sectores de peruanos que creen que los cambios en un país, como el nuestro, se hacen como cambiar canales en el receptor de televisión. Insistimos: 500 años de minería sangrona y dañina, no se pueden cambiar en cinco meses, 500 años de gamonalismo, hegemonismo y servilismo, tampoco pueden cambiarse con una vuelta de tuerca, salvo que se le ceda el timón al camarada «Artemio», se libere a Abimaél Guzmán y se le ponga en el premiarato a don Gregorio Santos. Sólo así, tendremos lo que tanto reclaman los desesperados que, bueno fuera buscaran el bienestar para los más necesitados ¡Pichón! Buscan el acomodo para sus propios intereses. Esto, muchos lo sabemos de sobra, otros tantos, lo ignoran y eso, ya no es culpa nuestra.
Salvo mejor parecer.
Nororientalmente:
EL DIRECTOR.

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