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jueves, 4 de octubre de 2012

¿Periodista o turronero?


NOTA: Este artículo fue enviado por un amigo, me parece interesante  y realista, lo que debe servir para reflexionar y tratar de diferenciarse de este tipo de «periodistas», hoy que se alistan para celebrar SU DIA.

Hasta la década de los ochenta era común en las redacciones que los periodistas veteranos preguntaran a los principiantes que cometían errores de redacción o de enfoque: ¿TÚ QUE ERES, PERIODISTA O TURRO NERO?, dando por sentado que ser periodista era mucho más que turronero.  Hoy, tras cuarenta años en el periodismo, a lo mejor termino de turronero. ¿Por qué? Desde varios años atrás, sin prestarles mucha atención, en varias oportunidades escuché duras referencias a un presunto comportamiento general casi delictivo de mis colegas periodistas del interior del país.  Por ejemplo, Reynaldo Trinidad, mi viejo amigo de AGRONOTICIAS cuenta sobre el asunto que, según el colega Efraín Gómez,  en una importante ciudad de sierra, la mayoría de los periodistas se llaman Héctor. Y, cuando todos los des creídos  preguntan a Efraín ¿por qué?, su invariable respuesta es: «Por extorsionadores…».   Reciente mente, en una actividad académica periodística  un expositor dijo a su asombra da audiencia que, en efecto, en las ciudades del interior hay un cierto número de colegas que tienen un desempeño tipo mercenario, al servicio de las autoridades o de furibundos críticos y hasta  difamadores  de éstas, hasta que reciben publicidad o contratos de asesoría de imagen. Hace pocos días, sin embargo, otro expositor tocó la cuestión intentando encontrar  la razón más importan te de este estado de cosas: «Eso es así porque en el Perú cualquier persona puede ser periodista», afirmó tajante mente. Un murmullo de rechazo y descreimiento se alzó entre la concurrencia. «¿Cómo es eso?, ¿para qué están entonces las universidades y sus facultades de comunicaciones y el Colegio de Periodistas del Perú?», replicó seriamente uno.  «¡Ya ven!», respondió el conferencista. «Lo que pasa es que no están enterados, como no lo está  la mayoría de los propios periodistas. En 1998, el Gobierno de Fujimori dio una ley que está vigente, según la cual, la colegiación para el ejercicio del periodismo no es obligatoria…».  «¡¿Queeeeé?!», el murmullo creció.  «De este modo, el Colegio de Periodistas es el único que no sirve para nada, o por lo menos para su principal fin; en consecuencia, para hacer periodismo, no se necesita ir a la universidad, no se  necesita el bachillerato ni la licenciatura; puedo hacer periodismo poniéndome al frente de un micrófono para hablar y despotricar …Por eso es que hay tanto semi-analfabeto que alquila una hora en cualquier emisora o canal de televisión de provincias y se convierte en periodista …sólo con un poco de audacia y conchudez».  Quizá el expositor percibió entonces  que había aplasta do a su auditorio, el cual  se había sumido en un profundo silencio, como abrumado por la vergüenza,  por lo que rápida mente pasó al tema de los delitos que pueden ser cometidos en el ejercicio del periodismo y que suman once: un dato que tampoco lo tenía preciso hasta ese momento. Interesante.  Al término de la exposición, le solicité más datos. «Es la ley 26937. Increíblemente la gestionó un gremio muy conocido de periodistas para defender a uno de sus asociados  que en Madre de Dios estaba siendo procesado por difamación y calumnia, por ejercicio ilegal de la profesión y por daños y perjuicios. Así fue. Y, como eso convenía a los propietarios de los grandes medios de comunicación que deseaban desarticular al Colegio de Periodistas y contratar a cualquier hijo de vecino como reportero barato, se juntaron, hicieron lobby y sacaron la ley…» He aquí la ley:
dice totalmente todo el esfuerzo desplegado desde antes de los ochenta, para que los periodistas nos desarrollemos académica y profesionalmente con el respaldo del Colegio. La Constitución Política vigente y la legislación supranacional que el Perú reconoce, admiten  las libertades de información, de opinión, de expresión y de difusión, por separado. Académicamente en el país se considera a la libertad de prensa como la suma de tales cuatro libertades, cuyo ejercicio está muy bien protegido frente a la acción en contra de las autoridades del estado y de particulares.  Sin embargo, frente a los excesos  del ejercicio de tales  liberta des, o sea ante el  abuso de la libertad de prensa o libertinaje, la misma legislación supranacional y nacional, protege a toda persona salvaguardando los siguientes derechos constitucionales básicos: Honor y buena reputación, intimidad personal y familiar, voz e imagen y derecho a la rectificación:  Art.2-Constitución Política: Toda persona tiene derecho (…): Inc. 7. Al honor y a la buena reputación, a la intimidad personal y familiar así como a la voz y a la imagen propias. Protección desarrollada por el Código Penal, Capítulo Contra el Honor: delitos de injuria, calumnia, difamación y violación de la intimidad. Toda persona afectada por afirmaciones inexactas o agraviadas en cualquier medio de comunicación social tiene derecho a que éste se rectifique en forma gratuita, inmediata y proporcional, sin perjuicios de las responsabilidades de ley». El último derecho es regulado por la Ley  N°26847 de 28 de julio de 1997, Arts. 1 al 7.   Al respecto, un gran amigo, vocal supremo  de una de las salas penales de la Corte Suprema, a quien personal mente considero uno de los pocos jueces probos del país,  sobre el tema del pedido interesado de la despenalización de la difamación, me respondió: «En ese tema hay que sopesar los excesos o abusos de un lado, de los medios y de otro lado de las autoridades del estado. Los jueces de ben saber ponderar muy bien cada situación y fallar». «Claro», le respondí. Eso es en casos entre los medios y el estado o entre el estado y  aquellos. Lo normal es que terminen poniéndose de acuerdo y prefieran hacer negocios.  Pero de lo que se trata es de los más desvalidos, de cualquier caso de los medios contra la gente de a pie, a quienes a diario hacen papilla en sus portadas y páginas o en sus noticieros de radio y TV. «Ah, bueno. En ese caso, la necesidad de protección es innegable. Lo que pasa es que tampoco funciona porque la mayoría de los simples ignora lo que debe hacer, o no tiene recursos, o simplemente tiene miedo».  Si, pues, ignorancia, como en el caso  de nuestro desconocimiento  de que hoy turronero y periodista, es igual. 

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