NOTA: Este artículo fue enviado por un amigo, me parece interesante y realista, lo que debe servir para reflexionar y tratar de diferenciarse de este tipo de «periodistas», hoy que se alistan para celebrar SU DIA.
Hasta la
década de los ochenta era común en las redacciones que los periodistas
veteranos preguntaran a los principiantes que cometían errores de redacción o
de enfoque: ¿TÚ QUE ERES, PERIODISTA O TURRO NERO?, dando por sentado que ser
periodista era mucho más que turronero. Hoy, tras cuarenta años en el
periodismo, a lo mejor termino de turronero. ¿Por qué? Desde varios años
atrás, sin prestarles mucha atención, en varias oportunidades escuché duras
referencias a un presunto comportamiento general casi delictivo de mis colegas
periodistas del interior del país. Por ejemplo, Reynaldo Trinidad, mi
viejo amigo de AGRONOTICIAS cuenta sobre el asunto que, según el colega Efraín
Gómez, en una importante ciudad de sierra, la mayoría de los periodistas
se llaman Héctor. Y, cuando todos los des creídos preguntan a Efraín ¿por
qué?, su invariable respuesta es: «Por extorsionadores…». Reciente mente, en una actividad
académica periodística un expositor dijo a su asombra da audiencia que,
en efecto, en las ciudades del interior hay un cierto número de colegas que tienen
un desempeño tipo mercenario, al servicio de las autoridades o de furibundos
críticos y hasta difamadores de éstas, hasta que reciben
publicidad o contratos de asesoría de imagen. Hace pocos días, sin embargo,
otro expositor tocó la cuestión intentando encontrar la razón más
importan te de este estado de cosas: «Eso es así porque en el Perú cualquier
persona puede ser periodista», afirmó tajante mente. Un murmullo de rechazo y
descreimiento se alzó entre la concurrencia. «¿Cómo es eso?, ¿para qué
están entonces las universidades y sus facultades de comunicaciones y el
Colegio de Periodistas del Perú?», replicó seriamente uno. «¡Ya ven!»,
respondió el conferencista. «Lo que pasa es que no están enterados, como no lo
está la mayoría de los propios periodistas. En 1998, el Gobierno de
Fujimori dio una ley que está vigente, según la cual, la colegiación para el
ejercicio del periodismo no es obligatoria…». «¡¿Queeeeé?!», el murmullo
creció. «De este modo, el Colegio de Periodistas es el único que no sirve
para nada, o por lo menos para su principal fin; en consecuencia, para hacer
periodismo, no se necesita ir a la universidad, no se necesita el
bachillerato ni la licenciatura; puedo hacer periodismo poniéndome al frente de
un micrófono para hablar y despotricar …Por eso es que hay tanto semi-analfabeto
que alquila una hora en cualquier emisora o canal de televisión de provincias y
se convierte en periodista …sólo con un poco de audacia y conchudez».
Quizá el expositor percibió entonces que había aplasta do a su auditorio,
el cual se había sumido en un profundo silencio, como abrumado por la
vergüenza, por lo que rápida mente pasó al tema de los delitos que pueden
ser cometidos en el ejercicio del periodismo y que suman once: un dato que
tampoco lo tenía preciso hasta ese momento. Interesante. Al término de la
exposición, le solicité más datos. «Es la
ley 26937. Increíblemente la gestionó un gremio muy conocido de periodistas
para defender a uno de sus asociados que en Madre de Dios estaba siendo
procesado por difamación y calumnia, por ejercicio ilegal de la profesión y por
daños y perjuicios. Así fue. Y, como eso convenía a los propietarios de los
grandes medios de comunicación que deseaban desarticular al Colegio de
Periodistas y contratar a cualquier hijo de vecino como reportero barato, se
juntaron, hicieron lobby y sacaron la ley…» He aquí la ley:
dice
totalmente todo el esfuerzo desplegado desde antes de los ochenta, para que los
periodistas nos desarrollemos académica y profesionalmente con el respaldo del
Colegio. La Constitución Política vigente y la legislación supranacional
que el Perú reconoce, admiten las libertades de información, de opinión,
de expresión y de difusión, por separado. Académicamente en el país se
considera a la libertad de prensa como la suma de tales cuatro libertades, cuyo
ejercicio está muy bien protegido frente a la acción en contra de las
autoridades del estado y de particulares. Sin embargo, frente a los
excesos del ejercicio de tales liberta des, o sea ante el
abuso de la libertad de prensa o libertinaje, la misma legislación
supranacional y nacional, protege a toda persona salvaguardando los siguientes
derechos constitucionales básicos: Honor y buena reputación, intimidad personal
y familiar, voz e imagen y derecho a la rectificación: Art.2-Constitución
Política: Toda persona tiene derecho (…): Inc. 7. Al honor y a la buena
reputación, a la intimidad personal y familiar así como a la voz y a la imagen
propias. Protección desarrollada por el Código Penal, Capítulo Contra el Honor:
delitos de injuria, calumnia, difamación y violación de la intimidad. Toda
persona afectada por afirmaciones inexactas o agraviadas en cualquier medio de
comunicación social tiene derecho a que éste se rectifique en forma gratuita, inmediata
y proporcional, sin perjuicios de las responsabilidades de ley». El último
derecho es regulado por la Ley N°26847 de 28 de julio de 1997, Arts. 1 al
7. Al respecto, un gran amigo,
vocal supremo de una de las salas penales de la Corte Suprema, a quien
personal mente considero uno de los pocos jueces probos del país, sobre
el tema del pedido interesado de la despenalización de la difamación, me respondió:
«En ese tema hay que sopesar los excesos o abusos de un lado, de los medios y
de otro lado de las autoridades del estado. Los jueces de ben saber ponderar
muy bien cada situación y fallar». «Claro», le respondí. Eso es en casos
entre los medios y el estado o entre el estado y aquellos. Lo normal es
que terminen poniéndose de acuerdo y prefieran hacer negocios. Pero de lo
que se trata es de los más desvalidos, de cualquier caso de los medios contra
la gente de a pie, a quienes a diario hacen papilla en sus portadas y páginas o
en sus noticieros de radio y TV. «Ah, bueno. En ese caso, la necesidad de
protección es innegable. Lo que pasa es que tampoco funciona porque la mayoría
de los simples ignora lo que debe hacer, o no tiene recursos, o simplemente
tiene miedo». Si, pues, ignorancia, como en el caso de nuestro
desconocimiento de que hoy turronero y periodista, es igual.
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