Es muy posible que este
día, los hij@s mermeleros puedan repetir lo de siempre: halagos, abrazos,
alabanzas, lo que al «viejo» no le da ni le quita más de lo que ya tiene:
canas, arrugas, preocupaciones, depresiones y los desvelos de siempre por el
hijo(a), por el nieto o la nieta y por todo pretexto o motivo que nunca les
falta a los viejitos, hasta por que llovió mucho o salió un ardiente sol, etc.
Lo cierto es que, de DÍAS para homenajes, el
calendario está lleno; pero lo que no se llenará nunca, es el «CALENDARIO DE
LAS BUENAS PRÁCTICAS», de aquellas que no necesitan de «UN DIA» para
testimoniar la gratitud a un ser amado. Es muy posible también que este día,
muchos se colocarán en primera fila para ser homenajeados; otros irán a los
cementerios llevando flores a sus papás; cuando la mejor felicitación, el mejor
halago, no ha de ser el que venga de los hijos; si no de la propia conciencia
POR EL DEBER CUMPLIDO, de aquellos que no esperamos una notificación judicial
por omisión a la asistencia para hacernos recordar nuestro deber. Sentimiento
tan propio e individual que jamás podrá ser llenado con regalitos que para
quienes entendimos nuestra misión desde antes de traerlos al mundo, nada de eso
colmará nuestra satisfacción; que la llevamos por dentro todos los días, sin
renunciar a nuestra sagrada misión.
El BUEN PADRE, no solamente recibe
reconocimiento de sus hijos, también de los que no lo son; de la sociedad, de
los amigos que sienten el trato paternal sin tener vínculos consanguíneos;
porque siente que hay vacíos en la gente que solamente podrán ser llenados por
la fuerza moral redentora de quien asumió el sagrado deber tratando de imitar a
aquel GRAN PADRE que siempre quiso «como la gallina bajo sus alas, proteger a
sus polluelos» (Mateo 23:37). Ese debe
ser el faro que ilumine las mentes oscuras de aquel que no solamente se siente
papá del hijo que lleva su apellido, también de los otros tantos que buscan su
cobija o amparo...
Salvo
mejor parecer....
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