Cuando en las décadas de
los años 50 ó 60, en esta parte del país, ver la llegada de un aguaruna con su
vestimenta típica, era un espectáculo, una noticia de barrio que los muchachos
corrían a mirar para conocer de cerca a lo que despectivamente le llamaban
«CHUN CHOS».
Los avivatos no tardaron en explotar
comercialmente esta peculiaridad y empezaron a disfrazarse como ellos para
vender raíces, sebos de culebra, lagarto o tortuga, etc. y así, ridiculizaron a
estas etnias, a tal punto que cuando avanzaron los años, a muchos jóvenes que
empezaron a salir a a lo que engañosamente también, se le llama «civilización», tenían vergüenza identificarse
como los de su etnia, precisamente por esa ridiculización de la que fueron
objeto, su autoestima cayó por los suelos.
Sin embargo, con el transcurrir de los años,
la política o los cargos políticos se han vuelto apetecibles y muchos de los
que antes se avergonzaban con sus vetimentas típicas, ahora han empezado a
explotar también sus identidades motivados por las ansias de llegar a ser
congresistas u algo por el estilo y se convierten en el hazmereir, porque
vuelven a ser vistos siendo utilizados en campañas electorales como los mismos
«chunchos» que fueron vistos antes, en desmedro lamentable para la imagen de
estos pueblos tratados como ciudadanos de segunda o tercera categoría.
Nororientalmente: EL
DIRECTOR.
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