Más por costumbre que por
convicción, como enormes rebaños, los
peruanos cada cierto tiempo acudimos a las ánforas disqué «para elegir a
nuestros representantes» y por esa misma costumbre, nos presentan un listado,
en muchos casos de candidatos desconocidos; pero como ya nos metieron al
cuento, tenemos que emitir el voto, ensuciando nuestro dedo y demás requisitos
de este satánico rito social-político.
Fuera de cámaras, o más allá de estos actos
sacrílegos de la democracia, meditando en voz alta, mejor dicho en letra
abierta como en esta página, me pregunto: ¿Realmente votamos o elegimos a quien
o quienes nos representan? y no hace falta responder aquí; pues Ud.
amigo lector ya sabe la respuesta.
Toda esta pantomima nacional convertida en
costumbre o tradición, que ante las miradas descarnadas, frías, sin
apasionamientos politiqueros, si levantáramos el imaginario telón, veremos la
suciedad que detrás se esconde: para empezar: ¿Cómo es posible que la ley
permita fraccionar la supuesta «voluntad ciudadana», con un total de 19
aspirantes a la presidencia de la República? Por más perdedores que salgan,
siempre habrán los ganadores ocultos, aquellos que no hacen publicidad; pero
con invisibles hilos, manejan a los payasos de esta pantomima teatral.
¿Se ha preguntado amigo lector el porque
todos los grandes medios de prensa dedican extensos espacios gratuitos para
entrevistar a los candidatos? Y esa otra mentira del JNE sobre el «voto
informado»? ¿Quiénes formularon las leyes para normar estos actos? Etc. Todo
esto constituye la más grande farsa para seguir alienando las conciencias que
ya están bastante parametradas, domesticados como perros para seguir cuidando a
los amos, a cambio de un hueso que nos tiran por debajo de la mesa.
Para eso nos convocan
con el argumento que estamos eligiendo a nuestros representantes y tenemos que
obedecer, porque si no, nos castigan. Tan igual como a los «indios» en épocas
coloniales. Aunque Ud. no crea. Salvo mejor parecer...
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