Incomprensible realidad que estamos viviendo.
La tecnología de las comunicaciones hace que la diferencia de un día entre los extremos del planeta, se simplifique a cuestión de minutos o segundos, a diferencia de otros tiempos. Un atentado en el oriente, al instante se difunde y puede enterarse todo el mundo.
PERO, lo que sucede con la tecnología de estas modernas comunicaciones en los mismos hogares, donde están bajo un solo techo, los están colocando a los extremos del planeta como en tiempos pasados. Papá, mamá, hijos en la misma sala, concentrados en sus pequeñas pantallas, cada quien viendo lo que le agrada y se acabó el diálogo EN FAMILIA.
Así de simple, la modernidad nos trae el germen de la destrucción, parodiando al filósofo norteamericano Arnold Toynbee; porque en un hogar donde se pierde el diálogo de familia, se perdieron todos y se convierte en un grupo de desconocidos que inclusive hasta pueden olvidar sus orígenes o sus raíces.
Cada día se difunde y extiende esta moderna tecnología de la comunicación que ya existen adictos que se les menciona como «LUDÓPATAS», calificativo que tendrá que modificarse; no en vano el actual gobierno ha prohibido a sus ministros entren a sesiones con equipos celulares y en algunos templos católicos también hay párrocos que lo prohiben; pero en la mayoría de escenarios y en especial, la administración pública, sus operadores utilizan sus equipos para «chatear» más tiempo que para trabajar.
Todo esto y mucho más, deberá ser motivo de riguroso análisis para que se formulen normas que reglamenten el uso de equipos móviles de comunicación. Demás está decir que la distracción de servidores públicos es enorme, tanto, que perjudica notoriamente a las instituciones y al Estado.
Nororientalmente...
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