Desde hace muchos años en
nuestro país, también en muchos otros se practica abiertamente lo que podríamos
llamar una brutal agresión discriminativa contra nuestros pobladores indígenas,
ya sea de la Amazonía o de los Andes.
Quién no ha visto a ciertos avivatos
vestirse de indígenas exhibiendo serpientes muertas o vivas para vender
remedios, haciéndose pasar como «chunchos» (calificativo que se toma como
ofensivo en los pueblos amazónicos). A estos sujetos, no les pasa nada.
Pero eso no es todo, si usted va al Cusco,
verá a turistas nacionales y extranjeros, tomarse fotografías con pobladores
muy emblemáticos en sus vestimentas. Aquí felizmente, hay niños o adultos que
cobran para que les tomen una fotografía.
Pero eso no sería tanto, las mismas
instituciones públicas, gobiernos locales, etc., empezando por las más cercanas
nuestras (Chachapopoyas por ejemplo con su mal llamado «Ramy-llacta»), suele
exhibir a nuestros aguarunas o huambisas como bichos raros, los transportan
como animales en camiones y los instalan en kioscos de exhibición. Esto también
en Jaén u otras ciudades. Allí son objeto de escrutinio u observación
totalmente indiscreta por los visitantes, tan igual como si estuvieran
contemplando las rarezas de un zoológico.
En la edición pasada colocamos en
contracarátula a colores una crítica para nuestros pobladores amazónicos, en
una comparación con los ACHUAR del Ecuador, cuando se promocionan como
«ORGULLOSAMENTE ACHUAR» y aquí en Perú, tienen vergüenza nuestros nativos
identificarse así, con orgullo de ser los verdaderos peruanos, la raza cobriza
auténtica. Demasiado baja su autoestima, por la que nadie hace nada para
levantarla.
Cada «invitación» de alguna delegación para
Lima o alguna otra ciudad, siempre los esperan con sus atuendos típicos, si se
irían a presentarse con vestimentas como las que usamos todos, no les
permitirían; el espectáculo radica allí y como les han metido tanto y tan
adentro de sus concepciones tal discriminación, suelen verse obligados a
presentarse ante los ministerios o el Congreso, con sus vestimentas típicas,
para ser atendidos, inclusive el mismo congresista awajun Eduardo Nayap, o las
aimaras en el Congreso, para lograr cierta distinción acostumbran colocarse sus
atuendos típicos, que no lo hacen en sus comunidades de la selva, pues allí,
para las reuniones sociales se visten como nos vestimos todos; pero si son
invitados, mejor dicho reclutados para ser exhibidos en ferias agropecuarias o
actividades gubernamentales, allí deben colocarse el disfraz que los haga
atractivos, así como a un tigre o un mono en una jaula, ellos también deben ser
exhibidos de la misma manera y si por desgracia quisieran ir a un club nocturno
más o menos «VIP», allí les impiden el ingreso o si los dejan entrar, las
miradas escudriñadoras con total indiscreción
los arrinconan, peor aún si por las calles se desplazan con sus mujeres o sus
hijos pequeños.
Esta mentalidad agresivamente discriminativa
la «heredamos» desde la Conquista. Si se recuerda en los años 60, cuando
llegaban las películas «Farwest» o «Del Oeste», norteamericanos, cuando
estudiante de la secundaria uno de mis amigos me invitaba al cine y para
animarme me decía «van a dar con indios». Esa mentalidad no ha cambiado y se
mantiene desde el mismo Estado como auspiciador. Mire o entérese de una
evidencia muy sencilla: todos los programas o proyectos dizqué «para revalorar»
a los pueblos indígenas o los otros programas de asistencia social, las jefaturas
recaen en personajes muy lejanos a la realidad nativa y son los que se llevan
los más elevados sueldos. Los pobladores «de abajo», sólo son usados para
portar las maletas o conducir los botes o chalupas.
Ese es el trato que reciben. Por eso, muchos
prefieren «mimetizarse» con los llamados mestizos y negar sus orígenes
raciales. En este Perú de «la inclusión social». aunque Ud. no lo crea. Salvo mejor parecer. Nororientalmente:
EL
DIRECTOR.
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