Lógico
es, que para tratar este asunto, tengamos que dirigirnos a los que creen en
Dios, tratándose de nuestro continente y de nuestra nación en la que un 98 por
ciento somos creyentes, dejamos a ese dos por ciento que no creen en NADA y EN
NADIE y escribimos a ese 98 por ciento de peruanos:
Y para hablar de nuestro tema cien por ciento
CRISTIANO, tenemos que recurrir a la Palabra de Dios, la Biblia y de este
Sagrado Libro, hemos extraído un pequeño párrafo que corresponde al Libro de
Salmos, Capítulo 90, versículo 10: textualmente dice: «Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más
robustos son ochenta años. Con todo, su fortaleza es molestia, porque pronto
pasan y volamos...».
Desde luego, que esto, no es novedad, ni lo
escribimos con el propósito de evangelizar, predicar, hacer proselitismo, etc.
No es ese nuestro propósito.
Motiva el presente comentario la situación por
la que estraviesan los ancianos del CLAS de Morro Solar, cuyas demandas aún
siguen pendientes; otros ancianos que deambulan por nuestras calles y que desde
hace más de 30 años escuchamos a ciertos politiqueros de Jaén, hablar de UN
ALBERGUE para ellos y hasta hoy no lo hacen. Se acuerdan cada vez que llegan
las campañas electorales. Es decir, para varios de estos infelices ancianos, el
haber pasado sus años mozos, creyendo que sus energías les duraría toda la
vida, hoy, empiezan a pagar su descuido, tal vez, demasiado tarde. Y no por
falta de previsión, de sentido común o de conocimiento ¿Quién no sabe que la
vida tiene sus etapas, de amanecer, su medio día y su atardecer? Pero los seres
humanos somos necios, como diría Homero, sólo conocemos el mal, cuando ya no
hay remedio.
De mi tío abuelo, Edilberto Muñoz nunca olvidaré
sus sabios consejos: «Hay de aquel
hombre que hasta los 40, no hizo nada para su vejez...».
Tampoco olvido, cuando laboraba en una radio trujillana, año 1967, un anciano
llegó de la sierra buscando a su hijo y ese hijo era un catedrático de la Universidad
Nacional de Trujillo. No sabía la dirección de su hijo y tampoco llegó a
recogerlo. ¡Cuántos hijos e hijas hay aún que se avergüenzan de sus padres
cuando son ancianos que no tuvieron la suerte de haber alcanzado cierto nivel
social o cultural!, O, en el más triste de los casos los dejan a su suerte, en
las calles o en un hospital. Que se portó mal con la mamá, que no los educó,
que los abandonó cuando pequeños, etc., ¡Qué absurdo resulta cobrar cuentas a
alguien que está en bancarrota, peor aún, vengarse de un derrotado!... Somos
conscientes de las corrientes neoliberales que cada vez nos deshumanizan o nos
hacen más insensibles; pero no por ello dejaríamos de seguir motivando a
quienes aún no ha cruzado la barrera de los 40, para que sean previsores. La
soledad de un anciano o anciana se hace mucho más cruel, cuando no tiene a
nadie a su lado. El joven sale, juerguea, se reúne con amigos, pero los
viejos...
De ahí que, volviendo a los sabios consejos
del recordado viejo que me formó y forjó: lograr tener algo, porque por ese
algo han de llegar, aunque sea para que te quiten y si estás en el ataúd, para
que se peleen por lo que dejas.
Salvo mejor parecer.
Nororientalmente:
EL DIRECTOR.
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