En esta segunda parte, del valioso testimonio
obtenido del distinguido ciudadano Santiago Pérez Delgado, que nos alcanzó el
texto completo del discurso que pronunciara el expresidente Manuel Prado
Ugarteche que le cupo la oportunidad de inaugurar la carretera Olmos Marañón un
ONCE DE DICIEMBRE DEL AÑO 1944, nuestro entrevistado nos pidió obviar su
contenido porque en esa ocasión inexplicablemente no hizo mención del
protagonista principal para contar con esta vía de penetración Olmos-Corral
Quemado, el ilustre chiclayano MANUEL ANTONIO MESONES MURO, a quien los
gobernantes de todos los tiempos, tanto nacionales, regionales y provinciales,
el manto de la ignorancia, la ingratitud y la indiferencia les impide valorar
el sacrifico que hizo el señor Mesones Muro, al que miserablemente se le ha
puesto un ridículo busto que antes que un homenaje, representa un desprecio a
quien diera toda su fortuna y toda su vida para abrirnos el trazo de esta ruta.
Con el mismo criterio, piensa y se expresa de
otro EXTRAORDINARIO DIFUNTO el señor Notario Público VICTOR MONTOYA SEGURA,
profesor de Matemática del Ex-Colegio
Agropecuario y a la vez Notario Público en esta provincia. Se diría con toda
certeza que entregó su vida a manos de sus verdugos POR EL DEPORTE DE NUESTRA
PROVINCIA.
Refiere don Santiago Pérez Delgado que, fue
tanto su entusiasmo e interés por contar con un Estadio que con el poco dinero
que le asignaron y para ahorrar, tuvo que construir hornos de ladrillos y pagar
obreros para que los elaboren.
Imposible su olvido de don Santiago de los
ajetreos que desplegó hace más de 15 años para que se le pueda colocar una
placa recordatoria al señor Víctor Montoya en el Estadio que lleva su nombre a
regañadientes y esa placa permanece en total descuido. Se queja que ninguna
calle o parque lleve su nombre, pese a todo lo que hizo por esta provincia,
junto con el señor alcalde de ese tiempo Ingº RICARDO NEYRA MONTOYA, otro de
los grandes olvidados por la miseria moral de quienes gobiernan a esta
provincia. Finaliza recordando haber conocido bien de cerca a don Carlos
Zapatel Lacerna, que lo trajeron de Cutervo sus familiares cuando apenas tenía
dos años.
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