Éramos DIEZ HERMANOS; pero los avatares de la vida nos arrancaron al último de los varones, el más noble, aquel que nunca le vimos irritarse, que, interpretando las inquietudes de su hermano mayor, participó en las primeras décadas de este semanario como un hábil dibujante-caricaturista. Los seis meses que duró su enfermedad, sirvieron para templar más al amor fraternal de los hermanos y no nos apartamos de su lado prodigándole todas las atenciones médicas y dietéticas, que estuvimos a punto de vencer el mal; pero fuimos derrotados por la muerte y nos lo llevó, así con carita de resignación, sabiendo que partiría, lleno de gracia y satisfacción sintiendo el amor de todos sus hermanos, de sus sobrinos y familiares que en ningún instante lo abandonamos. DUELE esta partida; pero nos reconfortó viendo su valentía para afrontar lo ineludible, como soldado anfibio que fue, como infatigable caminante que por su labor como Técnico en Electrónica, recorrió casi todos los rincones del Perú, incluyendo países vecinos. Coquito de mi alma, quedas en nuestro imperecedero recuerdo con tu casi infantil sonrisa. Seguro que en el cielo te estuvieron necesitando.
Alejandro.
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