Como conductor de este medio de prensa, no podría colocarme a un costado para ver pasar a este día con la frialdad de alguien que está acostumbrado a decir y oir tantos homenajes. Lo haré como siempre, como el hijo de mamá, a la que le prodigué todo lo que fui y lo que soy, por todo lo que élla me dio. No me dediqué a regalarle poesías, ni flores cuando estaba en vida ni cuando partió a donde fue llamada por Dios. Le dediqué mi vida, mi conducta, mis ideales que fueron la proyección de los suyos y con su hijo se sintió reconfortada en los momentos más duros, de la mano con su hijo y de la mano con «mi’amá», transitamos por estos duros, pero placenteros caminos de la vida. Detesto a los imbéciles que en días como éstos se acuerdan de «Que mi linda mamita»...«que donde estás dónde te has ido»...«que te quiero tanto...» y no faltan los ayayeros mercantiles que por estos días difunden canciones tristes, para entristecer más al ser que se puso triste desde el momento que sintió su primer embarazo. Esta cultura de la hipocresía debemos desterrarla. A ma má se le rinde culto permanente y no en un día, jamás se le hace sufrir con borracheras, con actos delincuenciales o policiales, con inconductas profesionales, etc. Sólo así lograremos que se sienta honrada y homenajeada toda su vida a tal punto que pueda exclamar gustosa, como a mi me dijo: «Me siento orgullosa de ser tu madre». Este es el homenaje que cuánto quisie ra que rindan los hijos a sus madres.
Y no solamente en este día...
Sra. Sara Carrasco C.
No hay comentarios:
Publicar un comentario