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viernes, 11 de noviembre de 2011

Hidroeléctricas en nuestros ríos

Por Marc Dourojeanni*
SERVINDI:31 de octubre, 2011.- Durante más de un siglo la energía hídrica fue considerada limpia y reno vable y por ende era recomen dada por los expertos y acep tada por los ciudadanos. Pero, fue evidenciándose que ese supuesto era apenas una media verdad y que, en realidad, todas las centrales hidroeléctricas tienen impac tos ambientales y sociales.
Esto se hizo más obvio en la medida que la demanda por energía aumentó y que más y más cursos de agua eran represados. Hoy son pocos los ríos del mundo que aún no tienen infraestructuras ener géticas. Entre estos están los de la Amazonia, pero en la últimas dos décadas eso ha cambiado drásticamente, especialmente en el Brasil y, debido a la rápidamente cre ciente demanda energética de ese país, también está afec tando al resto de la Amazonía, es decir a su cuenca alta.
Por ejemplo, en el Perú hay apenas tres o cuatro centra les hidroeléctricas de medio porte en operación en la cuenca amazónica y solo dos de ellas están localizadas propiamente en el bioma amazónico. Este país genera su energía en otras vertientes o con otros recursos (petró leo, gas). Pero, por razones obvias, su mayor potencial hidroenergético (85%) está en la vertiente amazónica y eso ha despertado el interés del Brasil, que ya casi agotó sus reservas.
Es así que actualmente existen 52 proyectos de construcción de centrales hidroeléctricas en la cuenca amazónica, de las que las 15 mayores serían destinadas a proveer de energía al país vecino, que las construiría y operaría. Esa situación, con variantes, se repite con la porción amazónica de los demás países, especialmente en Bolivia. Al mismo tiempo, el Brasil avanza rápidamente sobre sus últimos rios amazó nicos aún no represados. Ocurre que por ser el Brasil un país plano, generar energía hídrica implica hacer enor mes lagos artificiales. En cambio, en la vertiente andino-amazónica, los embal ses pueden ser mucho meno res y generar más energía, más barata.
Los impactos ambientales de las hidroeléctricas son directos e indirectos y muy numerosos. Además son de gran complejidad, pues inter actúan entre sí: altera ciones del régimen hídrico, reduc ción de la biodiversidad y productividad hidrobio lógica (pesca), diversas formas de contaminación de las aguas, aumento de riesgos de desas tres “naturales” (por ejem plo, en caso de sismos) y, obviamente, deforesta ción, caza ilegal, etc. En el caso de los valles andinos-amazó nicos esas obras gigantes amenazan la extraordinaria diversidad biológica, llena de endemis mos, que allí ocurre. Además, siempre se olvida que la energía debe ser transportada a grandes dista ncia y que pare ello se cons truyen líneas de trasmi sión sobre centenas o miles de kiló metros destruyendo bosques y abriéndolos a usos inade cuados.
Para hacer aún más dudoso el carácter “ecológico” y “sustentable” de la genera ción de energía hidroeléc trica, estudios recientes demostraron que los lagos artificiales tropicales gene ran a lo largo de su vida útil un volumen de gases de efecto invernadero casi tan conside rables como lo sería usando energía fósil. Estos lagos emiten metano, dióxido de carbono, dióxido de azufre y óxido nitroso. Se demostró que el lago de la central Balbina, en Brasil, en sus primeros cuatro años de funcionamiento, pudo haber emitido hasta veinte veces más gases de efecto inverna dero que generando la misma energía con petróleo. Peor, dependiendo de los aportes de materia orgánica al lago, este problema puede conti nuar durante toda su vida útil. Gran parte de esas emisiones se producen en las turbinas y en el vertedero. Este hecho es tanto más grave cuantos más sedimentos trae la cuenca y cuanto menos limpia de su vegetación original queda el lecho del lago artificial.
El problema de fondo es que si la humanidad pretende mantener el estilo de desarro llo consumista y cortopla cista actualmente dominante va a requerir cada vez más energía pese a que ninguna fuente es ideal. Los hidrocar buros aportan directamente a crear el efecto invernadero, la ener gía nuclear crea un riesgo grande y tiene cada vez menos simpatizantes. Las opciones de biomasa (alcohol y biodiesel) son una farsa ya que cuando se contabilizan sus impactos desde la produc ción hasta su uso, gas tan más energía que la que producen. Las energías solar y eólica son, sin duda, una promesa pero sus costos son aún exce sivos. Es decir que, mientras que la ciencia y la tecnología no resuelvan el problema, hidrocarburos, hidroeléctri cas y biocombus tibles continuarán apare ciendo como las opciones menos malas.
La lucha por un desarrollo amazónico sensato debe enfocar cambiar el estilo de vida dominante, rediseñando los principios de la economía y, asimismo, revisando el concepto de “desarrollo sus tentable”, que hace creer que se puede crecer ilimitada mente sin destruir el entorno natural que sustenta la humanidad. Mientras tanto, pues ese cambio llevará mucho tiempo, la lucha debe orientarse a evitar lo peor. Los peruanos consiguieron evitar la construcción de la central hidroeléctrica del Inambari y los bolivianos revertieron la decisión del gobierno de construir una peligrosa carre tera en medio de su Amazonía, ambas obras promovidas por el Brasil. Los movimientos sociales, cuan do olvidan sus rencillas, hacen milagros. Pero, al mismo tiempo, es preciso demandar alternati vas menos agresivas, por ejemplo, centrales hidroe léctricas del tipo “de paso”, que dejan el agua fluir, en lugar de hacer las del tipo “lago artificial” o; exigiendo manejo de las cuencas colec toras para limitar la sedimen tación de los embalses y aumentar su eficiencia y duración. También es preciso que los estudios de impacto socioambiental sean bien hechos, incluyendo los de tipo estratégico, y que sean debidamente respetados por las autoridades, incluyendo la opción de “no hacer”.
—*Marc Dourojeanni es ingeniero agrónomo, ingeniero forestal, doctor en ciencias. Profesor Emérito de la Universidad Nacional Agraria de La Molina, Lima, Perú.

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