Semanario ¡Nor Oriente!. Los únicos de la Región. ¨Por la Verdad, con la Verdad, hasta la Eternidad¨

lunes, 9 de septiembre de 2013

¿Dónde están los «Bravos Pakamuros»?

CAPÍTULO VIII

Escribe: S. Alejandro Carrascal Carrasco: Profesor de profesores Bilingües - año 1975-1980.

  Y DESTRUYERON TODO

    Para no perder el hilo de nuestro informe histórico respecto a los «Bravos Pakamuros». En aquellos tiempos de aquel GRAN ATAQUE, ya no figuraban en el escenario estos «bravos Pakamuros», si nos atenemos a las tradiciones, cuentos o leyendas. La destrucción de Jaén español fue obra de los aguarunas y huambisas.
 Para no perder el hilo de esta trama de investigación, las tradiciones coinciden en señalar que el hijo de un apu de nombre Sharián o Shajián, fue atacado y su cadáver tirado al río Marañón y fue encontrado flotando por las inmediaciones de Chiriaco. Se presenta aquí una incongruencia en el sentido que, dicha muerte no se produjo en la ciudad de Jaén antigua, porque traerlo a botar al río Marañón desde arriba donde se ubicaba, implicaban un promedio de 4 horas de caminata, tranquilamente lo hubiese dejado por esos lugares; PERO, no olvidarse también que en el actual delta o abanico que conforman la unión de los ríos Chinchipe y Marañón, antes del Pongo Rentema, existía también otro pueblo mencionado con insistencia por historiadores, al que no llegó Antonio Raymondi, nos referimos a TOMEPENDA, por lo que, se puede deducir que la reyerta en la que murió el joven hijo del líder awajun, sucedió en Tomependa.
   Aquí nos detendremos un poquito para recalcar que en casi todas las recopilaciones respecto a este episodio de la destrucción de Jaén de Bracamoros, los ancianos awajun han coincidido desde sus diversas ubicaciones, en señalar que el motivo para el levantamiento de aquellos pueblos fue por esa razón; sin embargo, no podríamos dejar de lado las otras poderosas razones que señalan los diversos cronistas e historiadores que se ocuparon de este tema, me refiero a los abusos de los encomenderos o gobernadores de la ciudad para recabar los tributos «para el rey», pues tales excesos  se produjeron desde el mismo momento histórico que se instalaron los españoles en lo que hoy es «El Molino» (sector del distrito de Santa Rosa), teniendo en cuenta la existencia de grandes sectores auríferos en las playas del Chinchipe y Marañón,  así como los socavones de Pacuyaku, entre otros.
  Volvemos a colocarnos en el marco de las tradiciones recogidas. Los españoles en Jaén   habían desarrollado enormemente, tanto en el sector agropecuario, como el industrial. Tal como se menciona en apuntes de historiadores, esta ciudad alcanzó «gran nombradía» («El Perú» de Antonio Raymondi), cuya fama se conocía en Europa;  aquí se fabricaban herramientas de labranza y el hecho mismo de haber empedrado sus calles y haber construido un enorme templo católico, ya dice lo suficiente de sus adelantos urbanísticos, pues por el centro de esta ciudad  pasaba el camino troncal que va a Quito, pasando por Valladolid-Loja, dicho camino, aún se conserva en prolongados tramos y ha sido respetado (no invadido ni modificado) por todas las generaciones que se instalaron en estos lugares desde antes y después de aquel Jaén de Bracamoros, que cualquiera puede comprobarlo hasta en la actualidad  sigue sirviendo al tránsito de herradura.
 En este panorama nos ubicamos para dar paso al siguiente episodio que es apasionante y fue motivo del tema central para la tesis de graduación del autor de la presente en su carrera de Pedagogía, especialidad Historia y Geografía, año 1971.

  Por razones de espacio, obviaremos los mapas de rigor, pero entramos a la ubicación del tiempo: Jaén de Bracamoros «desapareció» en los años 1780 a 1800. Ojalá que algún inquieto investigador, más minucioso que todos los que nos ocupamos de este hecho histórico, nos den más luces y podamos saber con más certeza sobre el pasado de la ciudad que hoy centra nuestra atención.

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