De las numerosas fotos que circularon esta semana, dos nos impactaron. La primera, ver la inescrupulosidad de docentes en huelga, induciendo a sus alumnos los acompañen con sus carteles. La otra: niños asustados en San Juan de Lurigancho Lima, al esuchar las explosiones de las bombas lacrimógenas de la policía persiguiendo a sus maestros.
Habría que preguntarse si los docentes que inducen a sus alumnos como elementos de «apoyo», o en la más común de las expresiones referenciales «carnes de cañón», para enfrentar la represión, ello concuerda con lo que debe entenderse como ETICA PROFESIONAL?, o en el caso más penoso ¿Qué sentimientos les queda en sus memorias a los niños que se asustan por las bombas lacrimógenas? ¿Estamos en un país en guerra? ¿Hay que convivir con la represión de ambas partes? No nos van a decir que los que se enfrentan a la policía lo hacen con la boca, nada más. ¿Cuál es el fin supremo de la EDUCACIÓN?
¿Expondría Ud. así a sus hijos? ¿Qué es un trauma? ¿Cómo se comporta un adolescente después de experiencias traumatizantes como éstas?...
Desde luego, respuestas sobrarán, en pro y en contra; pero las fotografías que mostramos son incuestionables o inobjetables. Siempre habrá mucho que decir para defender lo indefendible, nos quedamos con lo que vemos, con lo que palpamos, más allá de una crisis por salarios mínimos o por prepotencia de un régimen derechista, LA NIÑEZ DEBE ESTAR PRIMERO, aunque la vocación del maestro sea avasallada por la pobreza.
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