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viernes, 7 de octubre de 2011

El periodista y su responsabilidad ante la sociedad

Por Roberto Celis Santa Cruz
Es frecuente, en el comentario cotidiano rotular, etiquetar, clasificar al periodismo con adjetivaciones como: imparcial, parcial, paramentado, amarillo, sensacionalista, etc., lo cual es un error a todas luces. La intención de este artículo es dar las pautas al respecto para no seguir cometiéndolo, esta práctica no sólo es propia del grueso de la población -casi siempre lega en los asuntos del periodismo y la comunicación- si no que también se comete en las instituciones y grupos considerados de cierta «instrucción y cultura», y aún dentro del mismo quehacer periodístico.
El periodismo es una ciencia y como tal, presenta la característica de ser neutral; es decir, no hay periodismo bueno ni malo, la cuestión es el uso que se hace de él. En otras palabras: no hay mal periodismo ni buen periodismo, si no mal periodista y buen periodista.
Es el periodista quien imprime las características diferenciales al periodismo. El periodista es una suerte de padre material y espiritual y el periodismo es su hijo, un hijo que llevará en sus entrañas las características y los genes de su padre, pues en él irán reflejadas las interioridades y las exterioridades del periodista. Es por eso que al definir como bueno o malo al periodismo, se confunde el efecto con la causa, la causa con la consecuencia.
Guillermo de Occam, hace mucho tiempo afirmó que las revoluciones siempre comienzan con la pluma y terminan con la espada. De aquí se desprende la gran responsabilidad que pesa sobre el periodista como agente de desarrollo y cambio social. Su actividad requiere de una sólida formación moral y ética, pues su influencia y su accionar directo sobre las masas y la opinión, pueden desembocar en grandes revoluciones y logros sociales -cuando están bien encaminados y encausados por la vía correcta- ; pero también pueden ser motivo de grandes tragedias, conflictos y hecatombes -cuando optan por la vía contraria, ya sea por desconocimiento o por intereses personales o de grupo.
Consciente de esta responsabilidad, todo periodista debe examinar cuidadosamente su trabajo, sus noticias, sus artículos, sus opiniones; debe pergueñar en las oscuridades más densas del problema o del caso que se ocupa, atar todo cabo suelto de su investigación y documentarse convenientemente. Sólo cuando esté seguro de que al fin tiene un proyecto mayormente cercano a la verdad, puede lanzarlo a la opinión pública, teniendo en cuenta su verosimilitud y los efectos y consecuencias que pueda tener, porque nada más cierto para un periodista aquello de que «una sola chispa puede incendiar la pradera».
Otro de los aspectos en que el periodista debe hacer uso de la ética profesional es en lo referente al uso del lenguaje apropiado, siendo en lo posible, directo y ponderado; evitando la utilización de insultos, improperios, palabras soeces y frases denigrantes e injuriosas. Todo ello sin dejar de ser contundente y acusador. Tampoco se debe caer en la procacidad y majadería.
En consecuencia, de aquí se desprende que: si el periodista es un profesional o una persona formada convenientemente dentro de la moral y la ética, su producto -el periodismo- estará dentro de los mismos cánones.
La ecuación es sencilla: a periodista ético, periodismo ético; a buen periodista, buen periodismo; a periodista no ético, periodismo no ético y a mal periodista, mal periodismo.
El primero de octubre ha sido designado para conmemorar EL DIA DEL PERIODISTA. De ese personaje muchas veces criticado, incomprendido y expuesto a innumerables peligros en contra de su libertad material, profesional y psicológica, pero absolutamente necesario en el ritmo dinámico del cambio social, sobre todo en estos últimos tiempos, en los cauales la velocidad de la información y la globalización en todo orden de cosas, imprime al periodista la condición de un elemento altamente preparado y de incorruptible solidez ética y moral ¡Felicitaciones a todos los hermanos periodistas!

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