Semanario ¡Nor Oriente!. Los únicos de la Región. ¨Por la Verdad, con la Verdad, hasta la Eternidad¨

viernes, 23 de septiembre de 2011

Entre la hiel y la miel



Cuando el líder egipcio-israelí Moisés, condujo a su pueblo por el desierto del Sinaí, rumbo a su liberación de la esclavitud de los faraones, hacia la TIERRA PROMETIDA, después del episodio de las Tablas de la Ley y estando cerca a esa tierra de la promesa, refieren las Sagradas Escrituras que Jehová llamó a lo alto del Monte a Moisés y le mostró el inmenso y fértil valle de aquella Tierra Prometida, (Jericó) le hizo mirar y después le dijo que a ese lugar no llegará, se deduce que fue por los humanos errores que cometió Moisés al conducir a los israelitas por el desierto, por cuanto no le honró en los momentos que debió hacerlo...Es decir, no siempre nos llega la felicidad A PLENITUD y ha de ser también por algo, que solo Dios sabe.
Desde que fue elegido Presidente del Perú el Cmdt. EP(r) Ollanta Humala la gran prensa, los analistas y comentaristas, etc., se han acercado a los padres del flamante presidente para preguntarle de todo y le hemos visto responder con sapiencia y paciencia hasta el cansancio de todo lo que le preguntaron. Todos ven en el anciano patriarca de los Humala, al «viejo recio y reacio, al contestatario, al rebelde, al anti sistema», etc.; pero nadie se ha detenido ver al papá humano, al que en la intimidad de su hogar se desangra angustiado de saber que un hijo suyo sufre un duro encarcelamiento, que es objeto de diatribas, de censuras y maledicencias y que desean hasta su encarcelamiento perpetuo.
Situación muy dramática, que solamente siendo padre o siendo madre, se puede entender; porque conozco casos de mamás que por tener un hijo encarcelado, hasta fue motivo de su muerte. El rostro de apariencia dura y tosca del señor Isaac Humala, esconde un corazón ensangrentado por la tragedia que no se calma con la gloria que su otro hijo alcanza.
El mismo como abogado planifica las estrategias de defensa, el mismo como persona, se ha puesto un hito moral en su férrea conducta de patriota, rígido disciplinado, defensor y respetuoso de las normas que rigen la vida de su país y lo ha dicho con estoicismo «no quiero un indulto para mi hijo (Antauro), quiero que sea absuelto porque así amerita la ley».
Sin embargo, ésa es su posición, muy distinta a quienes lo juzgan. No hablamos por ahora de su mamá, la anciana Elena Tasso y tampoco hace falta haber puesto espías o ser clarividente para imaginar los últimos días de la existencia de esa madre que ha de estar pendiente de la silla vacía en la mesa familiar, del potaje tal o cual que le gustaba a su hijo, de sus ocurrencias y sus comentarios, reflejo fiel de la formación que ellos dieron a sus hijos en el hogar. Que desde luego, Antauro Humala no está preso por delincuente común, lo ha dicho hasta el cansancio; lamentablemente existe un aparato jurídico que se impone en todo estado de derecho. De igual modo, ha de bastar un poco de imaginación para entender lo que debe estar sintiendo su hermano mayor, el Presidente, compañero de mil aventuras desde sus tempranas infancias, la escuela, el colegio, la milicia y las acciones insurgentes.
En todos estos actos, ojalá que los peruanos alcancemos vislumbrar de cómo, CUANDO LOS PRINCIPIOS RIGEN LA CONDUCTA DE LAS PERSONAS, no hay nada que pueda vencer o romper esas barreras morales. El Presidente lo ha reiterado en diversas ocasiones «No está en agenda el indulto de mi hermano».
¡Qué diferencia con los FUJIMORI! que, antes de encumbrar sus candidaturas, ya hablaban del indulto a su condenado padre y si por desventura, habría salido electa la hija del sentenciado, sin barreras morales, sin atisbo de dignidad, decoro y respeto a nuestra estructura jurídica, ya tendríamos LIBRE, no solamente al sentenciado, también a todos sus secuaces involucrados.
Difícilmente la gran mayoría de peruanos podrá asimilar esta lección viviente en este excepcional episodio histórico que nos toca ser partícipes; porque LOS VALORES en la actualidad no tienen espacio en sociedades descompuestas como la nuestra.

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