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jueves, 24 de octubre de 2013

Ni rastros del Ingº Cotrina desaparecido en el Manseriche


Nieva.-(¡Nor Oriente!) A más de una semana del fatídico accidente en el que casi al finalizar de surcar el Pongo de Manseriche cayera en sus turbulentas aguas el que en vida fue Ing. Wilfredo Catrina Pedraza, la intensa búsqueda de los primeros días empieza a mermar ante los negativos resultados.
  Como sabrán, quienes conozcan un poco de este fenómeno geográfico, por el paso de este tramo del río Marañón que corta el último ramal de la cadena oriental de los andes del Norte, antes de su paso ha recibido grandes caudales de importantes afluentes, sin ir muy lejos: río Chamaya, ríos Utcubamba, Chinchipe, Chiriaco, Cenepa, Nieva y el más grande a su entrada por la margen izquierda el río Santiago, navegable hasta más  de cien kilómetros aguas arriba; todo ese  enorme torrente de aguas se estrechan en un cauce de apenas  50 metros de ancho promedio, siendo el  más estrecho de 35 metros que por estar entre cerros, se observa cierta oscuridad, con zigzagueos  que forman enormes remansos con insondables turbulentos remolinos. De estos zigzagueos o casi secciones existen un promedio de cinco, cada uno lleva un nombre puesto por los viajeros.
 Pasar este pongo de bajada, es sensacional, de subida, un desafío a la muerte, una aventura propia de quienes les agrada «quemar» su adrenalina. Aunque POR NECESIDAAD, numerosos viajeros desde las remotas épocas de la conquista tuvieron que pasarlo. Hacerlo  por el cerro, implica una penosa travesía por la margen izquierda que embromaría hasta casi un día de caminata. Si quisiéramos hacerlo por carretera, habría que salir de Nieva al Puente para tomar la ruta a Sarameriza y de allí surcar por el río hasta Borja que se ubica en la salida  (de bajada del Pongo), no menos de 8 horas.
  La generalidad de la creencia popular que se recoge en Nieva es que «DE MIL UNO» son los cadáveres que se encuentran de aquel que cae en esas aguas. Es casi mitológica la narración del que en vida fue don Fermín Flores que contaba que cuando naufragó su embarcación surcando el Manseriche, «a manera de un sueño» se despertó sobre una enorme piedra al centro de uno de aquellos remansos; pero cuando el río no estaba muy crecido.
  Tanto a la entrada como en la salida existen guarniciones militares, Teniente Pingo en este lado y Borja en el otro, en ambos lados hay  unas «tablas» de marcación del caudal del río con indicadores severos para autorizar o impedir el pase de osados viajeros.

MITOS Y LEYENDAS

 Lo insondable, lo desconocido genera mitos y leyendas. Dicen que la profundidad de las aguas en el Manseriche alcanza hasta los cien metros; pero que se sepa, nadie lo ha podido medir. Dicen también que entre las enormes cavernas que se forman en el interior de las paredes de los cerros cortados por la corriente de ambos  lados que son casi verticales, no hay orillas, existen enormes peces que devoran todo lo que a su paso encuentran, como que también dicen que entre esas cavernas una de ellas conforma un río subterráneo cuyas aguas se pierden en el subsuelo, hasta se habla de la existencia de enormes serpientes que «viven» en las cavernas del Pongo y  se alimentan de peces y personas que por allí pasan o caen, etc.

EN EL PRESENTE CASO

 Amigos cercanos del occiso refieren  que estaba separado de su esposa desde hace algunos años; que tiene un hijo estudiando ingeniería en una universidad de la Costa, que debe ser el más perjudicado.
 Que es cierto, el PEJSIB está   apoyando  con  combustible para las chalupas y desliza dores que están buscándolo; pero no hay  presupuesto para pagar a las patrullas de rescatistas, como que tampoco hay para los pasajes y estadía de los  familiares, teniendo en cuenta que un pasaje de Bagua a Nieva cuesta 100 soles, la alimentación en esos lugares es casi el doble que por acá. Trabajadores del PEJSIB hicieron una colaboración que fue alcanzada el miércoles último con un monto «no muy significativo», según nos dijo uno de los funcionarios que laboran en esa institución.
 Que tampoco pueden reclamar sus familiares cercanos la indemnización que le corresponde por «luto» o «sepelio»; porque no hay el cadáver y tendrían que esperar un trámite judicial que lo declare «muerto civil» para que sea indemnizado y eso demora no menos de seis meses.
 Ojalá sea una excepción y se encuentre su cadáver.

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